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domingo, 21 de septiembre de 2008

Terapia asistida por animales, la mejor medicina

La mejor medicina

¿Qué pensarías si tu médico te recomendara tener una mascota? Los animales de compañía pueden aportar beneficios físicos y psicológicos en el tratamiento de numerosas enfermedades. Son muchos los estudios que se han realizado sobre esta materia, pero es ahora cuando comienza a extenderse su aplicación real.

Corría el año 1953 cuando el psiquiatra Boris M. Levinson descansaba en su despacho con su perro Jingles junto a él. Un paciente del doctor se presentó muy nervioso antes de la cita. Se trataba de una madre con su niño, que acusaba gran retraimiento y aquella tarde estaba muy alterado. El perro del Dr. Levinson se acercó al niño, llamado Johnny, y comenzó a jugar con él.
El psiquiatra tuvo la brillante idea de incluir a Jingles en el tratamiento para comprobar si esta terapia ayudaba a la rehabilitación de Johnny.

Dos disciplinas diferentesLo que comenzó como un ensayo fruto de la casualidad, ha terminado constituyendo dos prácticas muy eficientes que hoy en día se conocen como Actividad Asistida por Animales (A.A.A.) y Terapia Asistida por Animales (T.A.A.). El primero de estos programas propone encuentros o visitas en las que se incorpora y juega un papel básico el animal. Se trata de algo espontáneo y no regulado, es decir, que el terapeuta puede ser perfectamente un voluntario no profesional y, por lo tanto, no se registran los avances y no existen objetivos concretos. Los entornos en los que se desarrolla una A.A.A. pueden ser de lo más variopinto y no son específicos.

La T.A.A. es algo mucho más serio y ordenado. Se plantean una serie de objetivos y metas para la recuperación de un paciente que, por norma general, no ha mejorado con la medicina tradicional. Así pues, los progresos dentro de esta terapia se van recogiendo para el estudio, el establecimiento de valores en la evolución y el diagnóstico. Éstos son algunos rasgos por los que se diferencian ambos tratamientos y porque la persona que controla el proceso es un fisioterapeuta o un psicólogo, es decir, alguien cualificado.

Beneficios de la interacciónLa profesionalidad de estas técnicas exige un grado de preparación en los animales muy alto. Por eso, se les selecciona y entrena a conciencia tras cumplir con éxito pruebas de salud, habilidad y aptitud. Las sesiones se establecen de tal forma que se pueda extraer de las mismas algo positivo, ya sea la relajación del paciente, el hecho de que éste hable, demuestre su cariño y sus debilidades, se haga más fuerte, olvide sus problemas de salud, etc.

Los fines que se persiguen con esta terapia van desde los beneficios físicos y mentales hasta los educativos y emotivos. Por ejemplo, físicamente, se persigue mejorar tanto las habilidades en el manejo de una silla de ruedas como las cualidades motoras en general. En cuanto a las mejoras psíquicas se pueden conseguir interacciones verbales, desarrollar la autoestima, paliar la soledad y la ansiedad o fomentar la atención.

Además de todos estos logros, también se pueden alcanzar sentimientos deseables como la empatía, la socialización y la aceptación. La mente se estimula e, incluso, se puede llegar a estabilizar el metabolismo. Pero no sólo las mascotas convencionales pueden ser utilizadas para lograr efectos terapéuticos. Si bien el perro es un animal asombroso por su capacidad de aprendizaje, obediencia, fidelidad y amor incondicional que profesa, hoy en día existen alternativas terapéuticas como la Hipoterapia (Terapia Asistida por Caballos) y la Delfinoterapia (Terapia Asistida por Delfines).

Principales obstáculosEstá comprobado que los animales son de gran ayuda para el ser humano, pero a veces la intención no es lo único que cuenta. Puede darse el caso de que al enfermo no le favorezcan en absoluto este tipo de técnicas, bien porque se obsesiona con el animal, porque no confíe en las expectativas de curación o, simplemente, porque resulte alérgico.

En el caso del terapeuta, puede ocurrir que no estén bien orientado o formado. La institución tiene la responsabilidad legal en caso de accidente. Además, debe disponer de un espacio adecuado, controlar los ruidos y las condiciones de salubridad. Muchas veces estas organizaciones acaban antes de empezar debido a todas estas cortapisas. Por supuesto, un animal dedicado a esto puede llegar a sufrir mucho, por eso es necesario que sea controlado por un veterinario.

Fuente: www. mascotas yhogar.com

viernes, 19 de septiembre de 2008

¿Usted sabe cómo elegir la mejor bombilla para iluminar su hogar?

Escrito por: Monserrat Aurioles Márquez



La iluminación de un espacio, ya sea doméstico o laboral, no es sólo una cuestión estética sino también ecológica. Durante las últimas décadas, los científicos han demostrado que los seres humanos somos la causa de un deterioro ambiental que puede frenarse si moderamos el consumo eléctrico. Por eso, al iluminar nuestros hogares es importante conocer cuáles son las opciones de bombillas que se ofrecen en el mercado para ayudar al planeta.



Actualmente existen tres tipos principales de bombilla para las viviendas que son: las incandescentes, las halógenas y las fluorescentes, y varían en su eficiencia, duración y calidad del color de luz que transmiten.



Las bombillas incandescentes son las que consumen más energía y emiten una luz cálida de tono amarillo. Su uso se recomienda en los interiores, ya que no altera los colores y permite diferenciar los contrastes entre los diferentes tonos.



Las bombillas incandescentes se caracterizan por tener un filamento que se ilumina al contacto con la corriente eléctrica, dentro de una ampolla de vidrio que contiene gases que evitan la combustión del material incandescente.



Su duración oscila entre 1000 y 1200 horas, y depende de la evaporación del filamento, de acuerdo con el uso que este recibe. Sin embargo, con este tipo de bombilla, no se aprovecha bien el consumo de electricidad, ya que pierde energía que transforma en calor.



Las lámparas halógenas son otra opción para iluminar un espacio doméstico. Emiten una luz blanca y están diseñadas para funcionar con reguladores de potencia. Su luz mantiene los tonos originales de los objetos, por lo que con frecuencia iluminan obras de arte, pues reflejan los colores y revelan los contrastes. Además, son ideales para resaltar espacios u objetos en una habitación.



Gracias al tratamiento químico que reciben durante su fabricación, pueden durar entre2000 y 3000 horas con bombillas que resisten hasta 220 voltios, pero también funcionan con voltajes inferiores, lo cual permite atenuar la iluminación de acuerdo con el espacio en el que se colocan.



Las bombillas fluorescentes fueron desarrolladas durante los años ochenta y son las más amigables, tanto con el planeta como con los consumidores. Además, ofrecen una duración de hasta 10 000 horas. Aunque su costo es seis veces más alto que el de una bombilla incandescente, ahorran 80% de energía, con lo que se compensa el desembolso inicial.



Pero gran parte de las actividades humanas ocurren no sólo en espacios domésticos sino también en oficinas, industrias, entre otros. Para las zonas amplias se recomienda el uso de un tipo de luz blanca, clara, uniforme pero sobre todo fría.



Los tubos fluorescentes son la mejor opción para el tipo de uso industrial, pues generan mucha luz y apenas generan calor. La iluminación de los tubos opera a partir de un gas inerte, vapor de mercurio y polvo fluorescente que, al contacto con una descarga eléctrica entre los electrodos situados en los extremos del tubo, emite una luz difuminada y suave. Sin embargo, esta no es una buena opción para zonas de descanso y ocio.



Así, elegir correctamente el tipo de bombilla para iluminar nuestros hogares no sólo ayuda a nuestra economía sino que además protege al medio ambiente. Y si usted desea ir más allá del simple hecho de renovar las bombillas de su hogar, recuerde que al sacudir el polvo de las mismas aprovecha toda su capacidad de iluminación, sin tener necesidad de encender más luces.

El dilema

Por Sergio Elguezábal

¿Son los biocombustibles una alternativa viable para reemplazar al petróleo?

El año pasado subí por primera vez a un auto que se mueve gracias al biocombustible derivado del aceite usado en las frituras, el mismo que habitualmente los restaurantes desechan en las cañerías del desagüe o que nosotros tiramos a la basura. Al encender el motor, lo primero que sentí fue un intenso ¡olor a papas fritas! Pero el andar del vehículo (cambio de marchas, aceleración, frenos) era idéntico al de cualquier otro impulsado por combustibles tradicionales. El auto, marca Volkswagen Gol, debía tener unos 10 años de antigüedad y no se le había realizado ninguna modificación para que pudiera funcionar con biocombustible.

Se puede hacer biocombustibles con maderas o cañas, con semillas o con estiércol; se hace con remolachas, frutas, arroz y hasta con el aceite usado de las papas fritas. Provienen de la biomasa, es decir, de toda la materia orgánica que se encuentra en la tierra, constituyen una fuente de energía renovable y, como sus propiedades son similares a los combustibles originados del petróleo, se pueden mezclar ambos en cualquier proporción sin problemas. Los biocombustibles más usados son el biodiésel y el bioetanol.

El primero se obtiene del aceite vegetal (puede ser de soja, girasol, colza, palma) nuevo o usado, o de las grasas animales que descartan los frigoríficos tras la faena. Su combustión genera, de acuerdo a los componentes que incluya la preparación, un olor similar a las galletitas dulces recién horneadas o al de las frituras. Puede usarse puro o mezclado con gasoil.

Por su parte, el bioetanol se alcanza a través de la fermentación de las materias primas ricas en sacarosa (caña de azúcar, melaza, sorgo), en almidón (granos de maíz, cebada, trigo, papa), o en celulosa (pastos, pajas, maderas, y algunos residuos agrícolas). Se lo puede combinar con naftas o utilizarlo puro, como sustituto del combustible fósil.

El biocombustible tiene sus ventajas: reduce al 80 por ciento las emisiones de CO2, causantes del efecto invernadero; disminuye las emisiones de azufre, principal motivo de la lluvia ácida; es biodegradable y duplica la vida útil de los motores por la óptima lubricidad que, especialmente, tiene el biodiésel.

Todos los vehículos están en condiciones de utilizarlo: autos, camiones, maquinarias. Incluso, el año pasado, la Fuerza Aérea Argentina realizó una prueba en un avión Pucará A-561: se le agregó un 20 por ciento de biocombustible en base a aceite de soja al JP1, combustible de mayor octanaje que utiliza la aviación. Los resultados fueron óptimos.

En principio, la sensación de transitar en vehículos que funcionan a base de biocombustible alivia. Consciente de la simpleza que encierra el proceso para su fabricación, la comparación con el petróleo es inevitable: costosos estudios para encontrarlo, su extracción y el traslado, los precios del barril, la contaminación y guerras desatadas en su nombre.

Así es que el biocombustible aparece como la mejor posibilidad de sustituir al petróleo, de precio alto y escaso. Además, según los especialistas, América Latina tiene el potencial para cubrir una buena parte de la demanda mundial futura y la producción de biocombustible crece año tras año. En la actualidad, en Brasil, la caña de azúcar, con la que se elabora la cachaça, sirve para producir casi la mitad del combustible que utilizan los autos, a un precio un 40 por ciento más barato en relación con los combustibles tradicionales. A partir de este año, el combustible utilizado por la totalidad de los camiones, tractores y autos brasileños debe tener por lo menos un dos por ciento de biodiésel; en 2013 será un cinco por ciento.

En la Argentina, la ley establece que en 2010 el gasoil y la nafta deberán incluir al menos un cinco por ciento de combustibles verdes. Para ese año, el país necesitará 600.000 toneladas de biodiésel para mezclar con gasoil y 160.000 toneladas de etanol para agregar a las naftas, por lo que la producción de oleaginosas en la pampa húmeda sobraría para abastecer al mercado local. El uso de estos combustibles es visto como una posibilidad cierta para atenuar el cambio climático y reducir la vulnerabilidad de sociedades que dependen del petróleo, como los Estados Unidos. Para ello se necesitan suelos adecuados, climas favorables y buena topografía, una condición que hoy garantizan países como la Argentina, Brasil o Paraguay, ya que poseen extensiones aptas. A su vez, éstos ya han tomado la decisión de no detener la intensificación de la agricultura, y las proyecciones de siembra están creciendo de manera exponencial.

Sin embargo, el fenómeno de los biocombustibles es complejo y también entraña riesgos si se piensa en una producción desbocada. Por otra parte, la agricultura es una de las actividades humanas que modifica la cobertura y la calidad de los suelos. Las consecuencias: se perderán especies y se verá afectada la diversidad.

Uno de los problemas más serios de la producción masiva de biocombustible es el costo ambiental que significará atender a la creciente demanda mundial. La expansión de la frontera agropecuaria para incrementar las plantaciones de soja, cultivo más que rendidor, resulta sorprendente. Durante la década del 80, Brasil produjo la tala de 800.000 hectáreas por año. En la Argentina, hasta el año pasado cuando se aprobó la ley que regula el desmonte, había un promedio de deforestación anual cercano al 300 por ciento, algo así como ¡quince veces! la superficie de la Ciudad de Buenos Aires.

El biocombustible se puede obtener de: soja, caña, aceite, grasa animal, celulosa.

La soja es el cultivo de mayor expansión en la región y, sólo en la Argentina, hay ocho plantas (y cinco más en ejecución) para exportar millones de toneladas con destino a la fabricación de biocombustibles. El otro punto de discusión —quizás el dilema central— tiene que ver con el incremento del precio de los alimentos, ya que las materias primas de los biocombustibles son a la vez fuente de proteínas de la población.

El impacto en los precios dependerá de la materia prima que se utilice para producir biocombustible. Por ejemplo, si al total del combustible consumido en el mundo se le agregara un diez por ciento de bioetanol harían falta 20 millones de hectáreas cultivadas con caña de azúcar o unos 220 millones con maíz o trigo. En ambos casos, la cantidad es enorme. El relator especial de la ONU, Jean Ziegler, aseguró recientemente que “para llenar el tanque de un auto (50 litros) con biocombustible, se necesitan unos 200 kilos de maíz, cantidad suficiente para alimentar a una persona durante un año”.

Una de las claves para garantizar los recursos naturales en el futuro podría ser la elaboración de biocombustibles en el ámbito local con insumos de fácil obtención. Un agricultor que labore unas 50 hectáreas puede cubrir sus necesidades de combustible con solo dedicar un 2 por ciento de su terreno para biodiésel. De este modo el pequeño productor tendría la posibilidad de elegir de acuerdo a su conveniencia: si sube el precio del gasoil fósil, optará por elaborar biodiésel a menor costo, y si baja tendrá la opción de vender su grano y comprar gasoil. Algo así como tener “el pozo de petróleo” en el campo.

Conviene no dejar de lado la dimensión ambiental, social y energética ante el desafío que impone el agotamiento de los recursos naturales. Las necesidades locales deberían tener prioridades sobre el comercio global, tomando en cuenta que la destrucción de ecosistemas originales afectará a todos por igual. Es indiscutible la necesidad de buscar el equilibrio entre el volumen de consumo y las posibilidades de generación que nos ofrece el planeta.

Es central la comunión de decisiones estratégicas que permitan elegir el tipo de cultivos más adecuados para que ocupen la menor extensión de tierra posible logrando el mayor rendimiento para la obtención de combustibles, sin que esto produzca una merma en la oferta alimentaria.El consenso debería ser posible dada la variedad de fuentes orgánicas que permiten la elaboración del biodiésel y aquí la intervención de los Estados para defender el interés común será fundamental frente a la lógica de mercado que tradicionalmente no ha tenido en cuenta las variables ambientales.
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